La evolución nos ha programado con un poderoso instinto de supervivencia, para que nos mantengamos vivos y a su servicio.
Ese instinto se proyecta hacia el futuro. Por eso nos angustia la muerte. Sin embargo, nos es indiferente el tiempo infinito que existió antes de nuestro nacimiento.
Ese instinto se proyecta hacia el futuro. Por eso nos angustia la muerte. Sin embargo, nos es indiferente el tiempo infinito que existió antes de nuestro nacimiento.
No necesitamos un cielo ni un dios para el pasado, sino para el futuro, a pesar de que no existíamos antes de nuestro nacimiento, igual que no existiremos después de nuestra muerte.