Esos grupos numerosos con una bandera -no importa el color, ni lo que representan- al cuello, siguiendo a unos líderes y a unas doctrinas, y enfrentados a otros con otros líderes y otras banderas. El ciego proceso evolutivo de la vida, el dios irracional que no entiende de ética, espera que termine la partida para apostar al caballo ganador después que ha finalizado la carrera.