Homo Sapiens: Del latín, "hombre sabio".
El cerebro humano es el arma letal más poderosa que existe. Ni los dinosaurios carnívoros, ni los tigres de dientes de sables, ni las orcas o los tiburones, ni los osos, ni los cocodrilo, ni los grandes felinos, ni los virus o las bacterias. No existe especie depredadora más perfecta que la nuestra.
La evolución de la vida se fundamenta en la supervivencia del más fuerte.
Cuando nuestros antepasados, debido a la deforestación, se vieron obligados a caminar sobre el suelo de la sabana, rodeados de depredadores mucho rápidos y más fuertes, no encontraron otra salida para sobrevivir que desarrollar su cerebro.
Somos una especie más sobre el planeta, cuyo único mérito es haber conseguido desarrollar un arma poderosa.
Somos una especie más sobre el planeta, cuyo único mérito es haber conseguido desarrollar un arma poderosa.
Millones de libros y artículos nos hablan de la maravillosa perfección de nuestro cerebro, pero no debemos olvidar que ha sido diseñado por la evolución con el único propósito de la supervivencia.
La razón está dirigida exclusivamente a ese fin. Consideramos racional y lógico todo aquello que nos ayuda a sobrevivir. Nuestro cerebro no ha sido diseñado para objetivar, ni para las verdades absolutas. Prueba de ello es cómo a lo largo del tiempo hemos ido -y seguiremos- cambiando la visión de la cosmogonía. Solo nos sirve para ayudarnos a transitar por un mundo que nunca llegaremos a comprender.
Hasta tal extremo nos domina el instinto de supervivencia que, con el fin de satisfacerlo, hemos inventado todo un fantástico mundo imaginario de mitos, dioses, paraísos y almas; y gastado ingentes cantidades de energía en la construcción de dólmenes, menhires, pirámides y templos.
La razón está dirigida exclusivamente a ese fin. Consideramos racional y lógico todo aquello que nos ayuda a sobrevivir. Nuestro cerebro no ha sido diseñado para objetivar, ni para las verdades absolutas. Prueba de ello es cómo a lo largo del tiempo hemos ido -y seguiremos- cambiando la visión de la cosmogonía. Solo nos sirve para ayudarnos a transitar por un mundo que nunca llegaremos a comprender.
Hasta tal extremo nos domina el instinto de supervivencia que, con el fin de satisfacerlo, hemos inventado todo un fantástico mundo imaginario de mitos, dioses, paraísos y almas; y gastado ingentes cantidades de energía en la construcción de dólmenes, menhires, pirámides y templos.