En la carretera de San Isidro. Breña Alta. Isla de La Palma.
(Muy cerca del contenedor, más próximo a la casa de Yurena, donde dejamos la basura)
Un viento huracanado del NW intentó derrotarlo. Lo inclinó hasta casi la horizontalidad y desenterró parcialmente sus raíces, pero, milagrosamente, consiguió sentarse sobre el viejo muro de piedra y detener su caída.
Luego, con los años, pudo esconder la desnudez de sus raíces, que le hacían sonrojar, y su tronco, otra vez, volvió a enderezarse, fuerte y majestuoso, buscando el cielo.
¡Dios mío! ¡Qué fuerza tiene la vida! ¡Tan fuerte como absurda!
¿Qué buscará, con tanta ansiedad, en las alturas?
¿Le parecerá, cómo a nosotros, corta su larga vida y soñará con paraísos que prolonguen hasta el infinito su existencia, y donde los vientos sean solo brisas perfumadas de primavera?
Nuestro muro de piedra son los menhires, las pirámides, las pagodas, las mezquitas, las catedrales, los templos y todo ese mundo fantástico sobrenatural en el que nos apoyamos, como el drago, para poder seguir el camino de la vida.
¿Le parecerá, cómo a nosotros, corta su larga vida y soñará con paraísos que prolonguen hasta el infinito su existencia, y donde los vientos sean solo brisas perfumadas de primavera?
Nuestro muro de piedra son los menhires, las pirámides, las pagodas, las mezquitas, las catedrales, los templos y todo ese mundo fantástico sobrenatural en el que nos apoyamos, como el drago, para poder seguir el camino de la vida.