La libertad de expresión no consiste tanto en poder decir lo que pensamos sin ser marginados, sino más bien en tener la capacidad de escuchar las voces que rechazamos sin marginar a quien las dice.
Y teniendo siempre presente que en nuestros principios y en los principios de los otros no interviene para nada nuestro cerebro sino solo nuestras vísceras y el adoctrinamiento.