sábado, 4 de abril de 2020

El encierro I (NO)

Con el encierro domiciliario he podido comprobar que la escalera del edificio donde vivo, desde la planta baja a la azotea, tiene 118 escalones.
Mi edificio, junto con otros tres bloques, forman un conjunto aislado, rodeado por una reja metálica de unos 2,5 metros de alto. Los cuatro están situados de forma irregular y a diferentes alturas.
Cuando nos vinimos a vivir aquí, hace unos 25 años, Yurena había comenzado ya la Universidad y se le había pasado el tiempo de las pelotas y las bicicletas, por lo que nunca pudo disfrutar de las zonas comunes. Siempre entro y salgo por el garaje y en las pocas ocasiones que lo hago a pie utilizo una puerta de la verja muy cerca de mi portal. No había transitado nunca por los paseos, las plazas y los jardines de las zonas comunes.
En la primera semana de la cuarentena, preocupado por el óxido de mis articulaciones, empecé a explorar todo el recinto.
Descubrí, con alegría, que en subir y bajar los 118 escalones de mi edificio y en recorrer todo el interior del complejo, que ahora está vacío y en silencio, tardaba entre 15 y 20 minutos.
Ahora, cada día, recorro cuatro veces el circuito.