lunes, 6 de febrero de 2017

Desde la otra orilla.

Siempre, desde la infancia, me gustó cruzar el río. Luego, con los años, esos viajes se fueron haciendo más frecuentes y más largos. Ahora, que veo amanecer en el espejo una vejez siempre añorada, me he instalado definitivamente en "la otra orilla". 
Entre la niebla, que cubre el río, me parece ver, desde este lado:
-Lo insignificante y falibles que somos los humanos, como seres individuales y como especie.
-La razón, de la que tan orgullosos nos sentimos, es solo una herramienta evolutiva que nos ayuda a sobrevivir, pero no sirve para sacarnos del laberinto donde ella misma nos ha metido y por donde vagamos sin rumbo.
-Los mitos, los dioses, las patrias, los principios y las verdades absolutas son el yugo que nos pone el sistema para someternos.
-El orgullo, la soberbia, las ansias de poder y de poseer y los sueños de grandeza innatos que nos dominan, nos esclavizan, nos amargan la vida y nos impiden escapar del rebaño.
-Las más inteligentes palabras de los más grandes sabios o los más importantes principios matemáticos o físicos tienen el mismo valor absoluto que el canto de un pájaro o el croar de una rana.