miércoles, 3 de mayo de 2017

Los viajes de la infancia

(El primer vehículo a motor llegó a Tenerife en febrero del año 1902
y en el año 1909 habían en la Isla 10 coches circulando)

Mi padre, Fernando Espinosa García, que nació en 1899, me contaba que cuando era un niño viajó en coche de caballos, con sus padres y sus hermanos, desde Los Realejos, donde vivían, hasta Santa Cruz. Tardaban toda una jornada en realizar el trayecto. Salían de casa al amanecer, almorzaban en el Hotel Camacho de Tacoronte, donde cambiaban los caballos, y llegaban a Santa Cruz con las últimas luces del día.



El "Hotel Camacho" de Tacoronte


Cuando yo era un niño, en los años 50 del siglo pasado, en verano, con mis padres y mis hermanos, viajábamos desde La Gomera, donde vivíamos, hasta Los Realejos. Aquellos viajes los recuerdo como la mayor y más maravillosa aventura que yo haya vivido nunca. 
Entonces, hace casi 70 años, no había muelle en San Sebastián de la Gomera. El “correíllo” fondeaba en la bahía. En bote de remos nos llevaban desde la playa hasta la escalerilla, situada en uno de los costados del barco, por donde subíamos hasta la cubierta principal, aunque a mí me parecía subir al cielo ¡Qué feliz me sentía yo correteando sobre aquel gran caballo negro!


El viejo "correillo"



El barco levaba anclas a las 12 del mediodía y se hacía a la mar. Cruzábamos el Callejón de Juan Prim y, luego, subíamos lentamente toda la costa este de Tenerife -La Rasca, Montaña Roja, El Médano, El Porís, Fasnia, Güímar y Candelaria- luchando contra el fuerte alisio de verano. Todo el barco iba envuelto en una bruma de agua, sal y yodo. Después de ocho horas de navegación, a las 8 de la tarde, llegábamos a Santa Cruz. En el muelle cogíamos un taxi hasta la Plaza Weyler y, desde allí, un “pirata” nos llevaba a Los Realejos, a donde yo llegaba, después de tantas emociones, rendido por el sueño.
Resucitaba feliz, al siguiente día, en la vieja casona de mis abuelos.