Una prueba de nuestra soberbia y de nuestra estupidez, de la que no escapa el mundo científico, es la nomenclatura con que hemos definido a nuestra propia especie: "Sapiens Sapiens". Dos veces sabios.
Se nos hace creer que somos unos seres privilegiados, dotados de conciencia y de otras cualidades excepcionales, que ocupamos el centro del universo y que hemos sido hechos por un Dios perfecto a su imagen y semejanza.
La razón intenta, inútilmente, obligarnos a enfrentarnos con la realidad. Las antiguas filosofías orientales ya lo intentaron. Luego los griegos y, más tarde, Descartes, Galileo, Darwin...
Pero, a pesar de que todo ha sido ya dicho, seguimos soñando. La realidad y la razón nunca nos han interesado. Vivimos de sueños de grandeza.
El instinto de supervivencia y el pánico nos impiden ver la realidad que tenemos ante nuestros propios ojos.