lunes, 2 de julio de 2018

XXX El Telégrafo Viejo (infancia)


(Los recuerdos son pedazos perdidos de nuestra vida
que un día, por casualidad, nos encontramos.)
  



Esta foto me la envió, hace unos días, mi sobrino, 
Fernando Espinosa III,  con su hijo,  Fernando Espinosa IV,
ante la fachada del edificio del viejo Telégrafo de San Sebastián de la Gomera.


En ese edificio, hoy en ruinas, nací hace más de 72 años. Ahí viví el paraíso de la primera infancia, con mis padres, Fernando y Gunilda, y mis hermanos, Fernando y María del Carmen. Lo recuerdo como si lo hubiera habitado en una vida anterior y, al mismo tiempo, como si ayer, con mis pantalones cortos, hubiera estado corriendo entre sus muros.
En la planta baja estaban las oficinas del Telégrafo y en la alta nuestra vivienda.
Recuerdo la bomba del agua, junto a la escalera por donde se subía, desde la entrada principal y desde las oficinas, a la vivienda. El recibidor, al final de la escalera, iluminado por la cristalera que lo separaba del patio. Desde él se accedía, por un lado, al comedor y a los dormitorios y,  por el otro, al patio, que comunicaba con la cocina, la despensa, el cuarto de estudio con su gran pizarra y el baño. Todas estas piezas, que daban al patio, estaban cubierta con chapas onduladas, que se convertían en mágicos tambores con la bendición de la lluvia. Desde el patio una estrecha escalera subía a la azotea donde estaba el bidón que la bomba se encargaba de llenar con el agua del pozo. Todavía no había agua corriente, ni se habían inventado las neveras, ni las lavadoras, ni los termos y la luz eléctrica funcionaba solo desde el atardecer hasta la media noche. En el patio, junto a la escalera de la azotea, había una pequeña puerta por donde se podía salir al callejón empinado que, paralelo al edificio, comunicaba nuestra calle con la pista, en esas fechas todavía sin asfaltar, que conducía  al cementerio y al faro.
La vida de la casa giraba alrededor de aquel patio. Recuerdo estar sentado en su suelo merendando plátanos con gofio o contemplando extasiado la lluvia caer sobre su piso de cemento.