El río del tiempo lo había empujado hasta casi tocar el final del camino. El viejo profesor se había encontrado, por fin, con la serenidad de los años. Había logrado liberarse de las grandes mentiras y de los complejos de superioridad que ciegan y atormentan a los de su especie. Sentado en el banco de madera del parque, miraba hacia el suelo, serio y taciturno.
Sus lecturas y sus largos paseos le habían llevado, como a Don Quijote, hasta la apartada morada donde ahora vivía. Desde allí, tenía la visión de un águila. Contemplaba todo como si estuviera en una nave espacial, en otra galaxia o como si la muerte le hubiera liberado de las pasiones. Aunque, con frecuencia, pensaba que lo que hacía era soñar desde lo más hondo de una profunda cueva.
Cansado, ya solo pensaba ilusionado con precipitar su regreso al misterioso paraíso infinito de la nada.
Extrajo del bolsillo la pequeña libreta, que siempre le acompañaba, y escribió:
Sus lecturas y sus largos paseos le habían llevado, como a Don Quijote, hasta la apartada morada donde ahora vivía. Desde allí, tenía la visión de un águila. Contemplaba todo como si estuviera en una nave espacial, en otra galaxia o como si la muerte le hubiera liberado de las pasiones. Aunque, con frecuencia, pensaba que lo que hacía era soñar desde lo más hondo de una profunda cueva.
Cansado, ya solo pensaba ilusionado con precipitar su regreso al misterioso paraíso infinito de la nada.
Extrajo del bolsillo la pequeña libreta, que siempre le acompañaba, y escribió:
LA ATALAYA
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente las dimensiones del universo visible,
las de nuestra galaxia,
las de nuestro sistema solar,
las de nuestro planeta,
las del pequeño lugar que habito
y el que ocupa mi insignificante cuerpo.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente el tiempo de mi efímera existencia,
el de mi especie,
el de la vida sobre el planeta,
y el transcurrido desde el big-bang.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente
que desde el punto de vista evolutivo,
todas las especies que existen sobre el planeta,
incluida la nuestra,
tienen el mismo valor y trascendencia.
Ahora ya,
permanentemente,
soy consciente que nuestro cerebro
es un fortuito capricho de la evolución
como los dientes del león o las alas de las ave,
diseñado solo y exclusivamente para supervivencia.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente
que el instinto de supervivencia,
la conciencia de la muerte
y el pánico
nos han conducido hasta un fantástico mundo imaginario
de dioses y almas.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente que nunca llegaremos a conocer el mundo,
el real, el exterior, el de ahí fuera.
Tendremos que conformarnos solo con el virtual,
con el sueño imaginario que crea nuestro cerebro
con las señales eléctricas que le llegan de los sentidos.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente que todos nosotros
vemos el mundo como si fuéramos el centro del universo.
De ahí nuestra miopía, arrogancia y soberbia.
permanentemente,
tengo presente las dimensiones del universo visible,
las de nuestra galaxia,
las de nuestro sistema solar,
las de nuestro planeta,
las del pequeño lugar que habito
y el que ocupa mi insignificante cuerpo.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente el tiempo de mi efímera existencia,
el de mi especie,
el de la vida sobre el planeta,
y el transcurrido desde el big-bang.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente
que desde el punto de vista evolutivo,
todas las especies que existen sobre el planeta,
incluida la nuestra,
tienen el mismo valor y trascendencia.
Ahora ya,
permanentemente,
soy consciente que nuestro cerebro
es un fortuito capricho de la evolución
como los dientes del león o las alas de las ave,
diseñado solo y exclusivamente para supervivencia.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente
que el instinto de supervivencia,
la conciencia de la muerte
y el pánico
nos han conducido hasta un fantástico mundo imaginario
de dioses y almas.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente que nunca llegaremos a conocer el mundo,
el real, el exterior, el de ahí fuera.
Tendremos que conformarnos solo con el virtual,
con el sueño imaginario que crea nuestro cerebro
con las señales eléctricas que le llegan de los sentidos.
Ahora ya,
permanentemente,
tengo presente que todos nosotros
vemos el mundo como si fuéramos el centro del universo.
De ahí nuestra miopía, arrogancia y soberbia.