Después de contemplar el atardecer por la ventana de su estudio, el viejo profesor, se sentó. Encendió la lámpara, sacó un folio en blanco, lo depositó sobre el escritorio, tomó su estilográfica y escribió:
LA BARCA, EL RÍO Y EL MAR
Mi barca,
lastrada con las universales mentiras,
ha sido arrastrada por las turbulentas aguas
de la corriente del río del tiempo.
Ahora, en la vejez,
después de haber tirado todo por la borda,
reposa ligera,
en las serenas aguas de la desembocadura.
Siento la dulce proximidad del mar
y ya solo espero,
como un niño huérfano,
su abrazo salino definitivo.
como un niño huérfano,
su abrazo salino definitivo.