Las llaves de sus dependencias se custodiaban en la farmacia de los Realejos, que era de un miembro de nuestra familia. El sanatorio se convirtió así en una vivienda vacacional de los Espinosa.
Por los años 30, tío Luis, tío Agustín y otros familiares y amigos, aficionados a la caza, solían alojarse allí cuando pasaban varios días en Las Cañadas disfrutando de su afición.
Cuando yo tenía 17 o 18 años, por 1963, pasábamos las vacaciones de agosto en una casa antigua y grande, junto al mar, en Playa de San Juan. Un caserón propiedad de la familia de tía Juana, que el progreso ha hecho desaparecer. Allí, además de mis padres y mis dos hermanos, se alojaban tía Isabel, su marido, Eliseo Toste, la hija de ellos, Isabel, mis primos Ernesto y Lali y tía Juana.
En uno de esos veranos tío Eliseo, que también había sido cazador, me contó algo que la foto del periódico me ha hecho recordar.
El 18 de julio de 1936, cuando el general Franco se levantó en armas contra la República, tío Agustín era el director del Instituto de Segunda Enseñanza y el presidente del Ateneo de Santa Cruz de Tenerife. Vivía en el Hotel Aguere, de La Laguna, con su familia -nunca tuvo casa propia-. Lo primero que hizo fue esconder los ejemplares de Crimen que tenía, enviar a su familia a Las Palmas y, luego, protegerse en la casa familiar de Los Realejos. Se hizo con las llaves del sanatorio y le dijo a su cuñado, tío Eliseo, que lo acompañara a Las Cañadas. Allí pasó varios días, me contó tío Eliseo, escondido, asustado y atemorizado, presintiendo el calvario que le esperaba.
Mi primo, Luis Espinosa García, médico jubilado, que cumplió ya 88 años, ha hecho este emotivo comentario a mi "ocurrencia":
A finales de los años 30 y principio de los 40 del siglo pasado, mi padre, mi madre, mi hermana Lala y yo pasábamos todos los años un mes en "la casa del médico" -"La casa del médico", que fue demolida hace décadas, era la construcción mayor del sanatorio de Las Cañadas- Allí se juntaba la familia Espinosa, tío Juan, tío Antonio, tío Eliseo, tío Joaquín, mi abuelo José García Estrada y su segunda esposa, tía Mercedes y no sé cuantos más que nos visitaban e incluso dormían una o dos noches. Mi padre, que era farmacéutico, después del levantamiento militar fue encarcelado, depuesto de su cargo en sanidad y obligado a desterrarse fuera del Puerto de la Cruz. Pero yo, con ocho o nueve años fui feliz, muy feliz, sin conocer, hasta años después, lo que había ocurrido a mi alrededor.
Mi primo, Luis Espinosa García, médico jubilado, que cumplió ya 88 años, ha hecho este emotivo comentario a mi "ocurrencia":
A finales de los años 30 y principio de los 40 del siglo pasado, mi padre, mi madre, mi hermana Lala y yo pasábamos todos los años un mes en "la casa del médico" -"La casa del médico", que fue demolida hace décadas, era la construcción mayor del sanatorio de Las Cañadas- Allí se juntaba la familia Espinosa, tío Juan, tío Antonio, tío Eliseo, tío Joaquín, mi abuelo José García Estrada y su segunda esposa, tía Mercedes y no sé cuantos más que nos visitaban e incluso dormían una o dos noches. Mi padre, que era farmacéutico, después del levantamiento militar fue encarcelado, depuesto de su cargo en sanidad y obligado a desterrarse fuera del Puerto de la Cruz. Pero yo, con ocho o nueve años fui feliz, muy feliz, sin conocer, hasta años después, lo que había ocurrido a mi alrededor.