Dedicatoria: A la memoria de Roberto Gámez
Un noche fría y lluviosa de otoño. Sentado, solo con Leonor, en la esquina de un modesto guachinche de nuestra Isla. Los comensales, que abarrotan las mesas, con su alegría, sus voces y sus risas dificultan nuestra conversación.
Aislado, en el silencio del alboroto, me acuerdo de los viejos tiempos, de los amigos que ya no están y con los que alegremente charlábamos y reíamos mientras cenábamos animados con el vino de nuestra tierra.