Lo que más echo de menos de este encierro son mis paseos en soledad, el Lancelot, la Biblioteca de la Universidad y los guachinches.
Yo, desde hace unos años, en casa no tengo bebidas alcohólicas. Solo bebo alguna cerveza por ahí y el vino tinto de los guachinches.
Me gusta el ambiente familiar y sencillo de los guachinches, la forma despreocupada de vestir y de comportarse de sus clientes, su vino y esa sabrosa comida de las medianías.
Con los guachinches me pasa igual que con la música. Prefiero la más humilde de las bandas de música de cualquiera de nuestros pueblos que la mejor orquesta sinfónica del mundo.
Como ven, por mucho que quiera esconderse, el mago no puede disimularlo.