Las dos ventanas iluminan, con el sol de primavera, la cama donde duerme un hombre que está ya en la edad de las despedidas. Le aguarda, varada sobre la arena, la barca que ha de llevarlo al paraíso infinito de la nada. El paraíso perdido, donde vivió también un feliz infinito pasado y del que fue desterrado por sus padres.
Deberíamos dedicar unos minutos, cada mañana, a pensar en nosotros mismos y en el infinito.
A medida que envejeces el grueso cabo que te sujetaba a la vida se va debilitando. Al final es solo un delgado y débil hilo de costura.
A medida que envejeces el grueso cabo que te sujetaba a la vida se va debilitando. Al final es solo un delgado y débil hilo de costura.