Ya es madrugada y me voy, sin prisas, alejando del baile y acercando a la puerta que me sacará definitivamente de la gran sala. Una sala en la que siempre me he encontrado extraño, como forastero.
Felizmente, he alcanzado la edad de las despedidas finales. Una edad en la que empiezan a sobrarme la mayor parte de las cosas que me rodean.
El mantenerme lejos de todas esas cosas inútiles es uno de los grandes placeres de los últimos años. La mayor parte de ellas tienen exclusivamente un fin social, solo sirven para que los demás vean que las poseemos.
Mañana es el Black Friday.
A medida que voy entrando en la vejez la gran sala de baile me recuerda, cada vez más, a un manicomio.