lunes, 16 de noviembre de 2020

El infinito en un junco, de Irene Vallejo (NO)

 


Además de descubrirnos el mundo de los libros desde sus comienzos más remotos y de conducirnos por la historia de las civilizaciones antiguas, nos enseña que el comportamiento de nuestros antepasados, desde hace más 2.500 años, es exactamente el mismo  que nosotros seguimos ahora. 
Igual que ahora, en la antigüedad, se desterraba  y se perseguía a los escritores y a los pensadores que no seguían los principios del poder establecido. Se prohibían y se quemaban los libros. Se mataba por el poder y por las propiedades, sin comprender que el poder y las propiedades duran lo que la muerte tarda en arrebatárnoslo.
Tenían un elevado concepto de sí mismos y, como nosotros, se sentían superiores al resto de las otras culturas, de las otras razas y de las otras especies. Practicaban la esclavitud. Para espantar a la muerte soñaban, como nosotros, con la inmortalidad.
Nunca hemos sido capaces de vernos tal y como somos: un humilde ser vivo, un pobre animal, torpe, miope y miserable.