jueves, 4 de febrero de 2021

XXX El extranjero (intimidades)

Mientras fui niño siempre tuve la sensación de que no había sido fabricado para vivir aquí. Nunca conseguí adaptarme a la sociedad. Algo así como si el espermatozoide y el óvulo, que luego darían origen al niño que yo era, hubieran sido programados para que viviera en un planeta lejano.

Cuando maduré, y sobre todo cuando empecé a trabajar, esa sensación se fue difuminando hasta casi desaparecer, aunque a veces y en algunas circunstancias volvía, pero débil y por cortos periodos de tiempo.

Es después de mi jubilación, hace unos ocho años, cuando ha surgiendo con fuerza de nuevo y se ha instalado definitivamente. Por eso suelo decir que lo único aprovechable de la vida es la infancia y la vejez, el resto es tiempo perdido. El aislamiento nos empuja a la reflexión.

Aceptando por mi edad la proximidad del final, me parece ahora mirar desde la distancia. Desde fuera se ve nítidamente el caos irracional que es todo esto. Nada tiene sentido ni explicación.

La única salida que nos queda son las religiones y los libros de autoayuda, que intentan engañarnos para mejorar esa ridiculez estúpida que llaman autoestima.

La autoestima, el patriotismo, el fundamentalismo, la soberbia y el convencimiento de que pertenecemos a una  especie superior nos impide mirar el mundo con objetividad.