El viejo profesor, después del paseo matinal y como era su costumbre, se sentó en un banco del parque a reflexionar.
¡Cómo cambia nuestra visión del mundo y de la existencia con el paso del tiempo!, pensó... y siguió pensando.
Luego sacó de un bolsillo la pequeña libreta, que siempre le acompañaba, y escribió:
Luego sacó de un bolsillo la pequeña libreta, que siempre le acompañaba, y escribió:
Nosotros.
Nuestra especie.
Nuestra especie.
Nuestras razones.
Nuestros mitos.
Nuestros dioses.
Todos los libros.
Todas las obras de arte.
Las computadoras.
Las grandes construcciones
y las naves espaciales.
Este diminuto planeta que nos hace girar sin sentido.
El universo en el que estamos atrapados.
Tienen el mismo valor absoluto,
que esta humilde hoja,
que la brisa pasea,
cerca de mis zapatos,
por el suelo del parque.