miércoles, 31 de mayo de 2017

La Televisión

Todas las noches, después de la cena, me paso una hora explorando las infinitas cadenas de la televisión. Por mucho que lo intento no consigo encontrar algo que pueda interesarme. Antes de las once me voy a la cama. Al siguiente día, a las cinco de la mañana, estoy levantado, disfrutando del silencio, leyendo, escribiendo mis tonterías y esperando tranquilo el nuevo día.

miércoles, 24 de mayo de 2017

El yugo

Nacemos completamente desamparados y somos entregados a una familia, a una sociedad, a una cultura, a una religión y a un país, que nos educa para ponernos a su servicio.
Pasamos toda la vida despreocupados y felices, con el yugo alrededor del cuello, sumergidos en la corriente, siguiendo a la manada, a sus líderes y a sus maestros.


miércoles, 17 de mayo de 2017

El ratón y el gato

El alma y los dioses
nos hacen infinitos.
Para eso los inventamos.
Para aliviar nuestro pánico al vacío.
Para vengarnos de la muerte que,
segura de su victoria,
se entretiene jugando con nosotros,
como el gato con el ratón herido.

miércoles, 10 de mayo de 2017

El precio de la libertad

Nacemos en una barca varada sobre la playa. Prontoy casi sin darnos cuenta, nos la van llenando con una pesada carga de principios, normas, verdades absolutas, supersticiones y mitos. Se va haciendo más y más pesada. Se hace tan pesada que ni las olas, ni las mareas consiguen hacerla flotar.
La mayoría pasan toda su vida, confortablemente, sobre la arena, protegiendo y defendiendo el lastre acumulado.
Unos pocos, de noche y a escondidas, intentan echar todo por la borda.
Los que consiguen escapar del engaño se sienten finalmente libres, pero solos, en medio del océano y a la deriva.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Los viajes de la infancia

(El primer vehículo a motor llegó a Tenerife en febrero del año 1902
y en el año 1909 habían en la Isla 10 coches circulando)

Mi padre, Fernando Espinosa García, que nació en 1899, me contaba que cuando era un niño viajó en coche de caballos, con sus padres y sus hermanos, desde Los Realejos, donde vivían, hasta Santa Cruz. Tardaban toda una jornada en realizar el trayecto. Salían de casa al amanecer, almorzaban en el Hotel Camacho de Tacoronte, donde cambiaban los caballos, y llegaban a Santa Cruz con las últimas luces del día.



El "Hotel Camacho" de Tacoronte


Cuando yo era un niño, en los años 50 del siglo pasado, en verano, con mis padres y mis hermanos, viajábamos desde La Gomera, donde vivíamos, hasta Los Realejos. Aquellos viajes los recuerdo como la mayor y más maravillosa aventura que yo haya vivido nunca. 
Entonces, hace casi 70 años, no había muelle en San Sebastián de la Gomera. El “correíllo” fondeaba en la bahía. En bote de remos nos llevaban desde la playa hasta la escalerilla, situada en uno de los costados del barco, por donde subíamos hasta la cubierta principal, aunque a mí me parecía subir al cielo ¡Qué feliz me sentía yo correteando sobre aquel gran caballo negro!


El viejo "correillo"



El barco levaba anclas a las 12 del mediodía y se hacía a la mar. Cruzábamos el Callejón de Juan Prim y, luego, subíamos lentamente toda la costa este de Tenerife -La Rasca, Montaña Roja, El Médano, El Porís, Fasnia, Güímar y Candelaria- luchando contra el fuerte alisio de verano. Todo el barco iba envuelto en una bruma de agua, sal y yodo. Después de ocho horas de navegación, a las 8 de la tarde, llegábamos a Santa Cruz. En el muelle cogíamos un taxi hasta la Plaza Weyler y, desde allí, un “pirata” nos llevaba a Los Realejos, a donde yo llegaba, después de tantas emociones, rendido por el sueño.
Resucitaba feliz, al siguiente día, en la vieja casona de mis abuelos.