lunes, 23 de abril de 2018

Humildad (NO)

¿Cuándo entenderemos que solo somos un ser vivo más sobre el planeta?
¿Cuándo aceptaremos que entre nuestra especie y las otras que existen -o han existido- no hay diferencias sustanciales?
La arrogancia, la vanidad, el orgullo y la soberbia nos impide aceptarnos tal y como somos.

La humildad hizo que Galileo nos desterrara del centro del universo y que Darwin nos pusiera a caminar sobre la tierra como un ser vivo más.

lunes, 16 de abril de 2018

¿Homo Sapiens? (IMPORTANTE)


Homo Sapiens: Del latín, "hombre sabio".

El cerebro humano es el arma letal más poderosa que existe. Ni los dinosaurios carnívoros, ni los tigres de dientes de sables, ni las orcas o los tiburones, ni los osos, ni los cocodrilo, ni los grandes felinos, ni los virus o las bacterias. No existe especie depredadora más perfecta que la nuestra.
La evolución de la vida se fundamenta en la supervivencia del más fuerte.
Cuando nuestros antepasados, debido a la deforestación, se vieron obligados a caminar sobre el suelo de la sabana, rodeados de depredadores mucho rápidos y más fuertes, no encontraron otra salida para sobrevivir que desarrollar su cerebro.
Somos una especie más sobre el planeta, cuyo único mérito es haber conseguido desarrollar un arma poderosa.
Millones de libros y artículos nos hablan de la maravillosa perfección de nuestro cerebro, pero no debemos olvidar que ha sido diseñado por la evolución con el único propósito de la supervivencia.
La razón está dirigida exclusivamente a ese fin. Consideramos racional y lógico todo aquello que nos ayuda a sobrevivir. Nuestro cerebro no ha sido diseñado para objetivar, ni para las verdades absolutas. Prueba de ello es cómo a lo largo del tiempo hemos ido -y seguiremos- cambiando la visión de la cosmogonía. Solo nos sirve para ayudarnos a transitar por un mundo que nunca llegaremos a comprender. 
Hasta tal extremo nos domina el instinto de supervivencia que, con el fin de satisfacerlo, hemos inventado todo un fantástico mundo imaginario de mitos, dioses, paraísos y almas; y gastado ingentes cantidades de energía en la construcción de dólmenes, menhires, pirámides y templos.

martes, 10 de abril de 2018

El grano de arena (NO)


Todo nuestro universo,
con sus galaxias en expansión,
solo es un grano de arena,
sin la menor importancia,
que vaga impulsado por el viento
en el desierto de un planeta descomunal,
donde viven unos gigantes,
también descomunales.
En el electrón,
que gira alrededor del núcleo de un átomo,
en el interior de un grano de arena
de cualquiera de nuestros desiertos,
existen seres diminutos,
que como nosotros y como los gigantes,
piensa que su grano de arena
es todo lo que existe.

martes, 3 de abril de 2018

Mujer barata


Seguramente por la educación que recibió en su casa familiar de Los Realejos mi padre nunca usó cremas, ni colonias, ni desodorantes, ni ninguno de esos artículos de belleza que hoy usamos los varones con la mayor naturalidad. Eran otros tiempos.
-Huele a “mujer barata”- Decía siempre mi padre cuando sentía el olor del perfume.
Un día, por las mismas fechas de “El Frente de Juventudes”, mi madre me dijo, en su presencia, que fuera a pelarme. Por aquel entonces todavía tenía yo una abundante cabellera. La barbería estaba en nuestra misma calle, la calle José Antonio Primo de Rivera, que coloquialmente llamábamos “la calle trasera”, frente a la casa de D. Ciro Fragoso y un poco más arriba que la de D. Fefe Méndez. Pepe, el barbero, después de cortarme el pelo, tuvo, para mi desgracia, la brillante idea de untarme el pelo con brillantina. 
Después de pelarme fui a la Plaza del Kiosco, el lugar preferido de los niños. Allí jugábamos protegidos por la sombra de aquellos gigantes laureles de india.
Al llegar, vi que mi padre estaba sentado en la terraza del kiosco tomando una cerveza. Lo acompañaban D. Manuel Padilla, D. Manuel Galván, el alcalde y D. Manuel Yanes, el párroco.
 Fui corriendo a dar con ellos.
-¿Ya te pelaste?- Me preguntó mi padre al llegar.
-¡Sí!- Le contesté.
E inclinándome coloqué mi cabeza frente a su nariz.
-¡Huele! ¡Huele!- Le dije.
Luego, incorporándome, añadí orgulloso.
-Me pusieron “mujer barata”.
De pronto, a aquellos tres respetables y serios señores les cambió la cara. Fijaron, por un instante, sus ojos en mí y, a continuación, comenzaron a reír con tanta fuerza que las carcajadas se podían oír en toda la plaza. Yo me quedé mirándolos sorprendido.
-¿Qué pasó, papá?- Le pregunté avergonzado en cuanto se calmaron un poco.
-Nada -me contestó- vete a jugar con los amigos.