Después de la muerte del general, y dejada atrás la transición, parecía que "las dos españas", tan bien definidas por Machado, se habían ido difuminando hasta desaparecer. Pero no estaban muertas. Solo dormían. Desde hace unos pocos años han empezado a despertar y ahora, con la pandemia, han resurgido de nuevo llenas de furia. Cada vez se diferencian y se distancian más y más. Cada una encerrada en su fundamentalismo y en sus verdades viscerales. Y como dos gallos en la arena se miran con rabia amagando con destruir al adversario.
Cada uno de los rebaños, protegido en la seguridad del grupo, sigue ciegamente a sus líderes, que los adoctrinan en el odio.
En las últimas Navidades, antes de que llegara el virus, todos, los unos y los otros, corrían ciegos por las calles. ¿Qué buscaban con tanta ansiedad en los comercios? ¿Intentaban dejar atrás todo para poder ser ellos mismos o, tal vez, deseaban encontrar una solución al desastre ecológico que se anuncia?
Mientras, en la iglesias, se adora a un hippie que vivió hace 20 siglos y que despreciaba todos los fundamentos de nuestra vida.
Ese diminuto virus ha sacado a la luz, del que quiera mirar, el disparate absurdo que es nuestra irracional existencia.
En las últimas Navidades, antes de que llegara el virus, todos, los unos y los otros, corrían ciegos por las calles. ¿Qué buscaban con tanta ansiedad en los comercios? ¿Intentaban dejar atrás todo para poder ser ellos mismos o, tal vez, deseaban encontrar una solución al desastre ecológico que se anuncia?
Mientras, en la iglesias, se adora a un hippie que vivió hace 20 siglos y que despreciaba todos los fundamentos de nuestra vida.
Ese diminuto virus ha sacado a la luz, del que quiera mirar, el disparate absurdo que es nuestra irracional existencia.