sábado, 11 de febrero de 2017

El pasado y el futuro.

La evolución nos ha programado con un poderoso instinto de supervivencia, para que nos mantengamos vivos y a su servicio.
Ese instinto se proyecta hacia el futuro. Por eso nos angustia la muerte. Sin embargo, nos es indiferente el tiempo infinito que existió antes de nuestro nacimiento.
No necesitamos un cielo ni un dios para el pasado, sino para el futuro, a pesar de que no existíamos antes de nuestro nacimiento, igual que no existiremos después de nuestra muerte.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Oriente. (Intimidad)

Esta dulce sensación
de haber dejado atrás las ambiciones 
y ver,
al otro lado del espejo,
el amanecer de la vejez.
Esta  dulce sensación
de flotar inerte en el río del tiempo,
esperando,
en las aguas tranquilas del delta,
el abrazo definitivo del océano.

lunes, 6 de febrero de 2017

Desde la otra orilla.

Siempre, desde la infancia, me gustó cruzar el río. Luego, con los años, esos viajes se fueron haciendo más frecuentes y más largos. Ahora, que veo amanecer en el espejo una vejez siempre añorada, me he instalado definitivamente en "la otra orilla". 
Entre la niebla, que cubre el río, me parece ver, desde este lado:
-Lo insignificante y falibles que somos los humanos, como seres individuales y como especie.
-La razón, de la que tan orgullosos nos sentimos, es solo una herramienta evolutiva que nos ayuda a sobrevivir, pero no sirve para sacarnos del laberinto donde ella misma nos ha metido y por donde vagamos sin rumbo.
-Los mitos, los dioses, las patrias, los principios y las verdades absolutas son el yugo que nos pone el sistema para someternos.
-El orgullo, la soberbia, las ansias de poder y de poseer y los sueños de grandeza innatos que nos dominan, nos esclavizan, nos amargan la vida y nos impiden escapar del rebaño.
-Las más inteligentes palabras de los más grandes sabios o los más importantes principios matemáticos o físicos tienen el mismo valor absoluto que el canto de un pájaro o el croar de una rana.

jueves, 2 de febrero de 2017

Los sueños y las horas.

Sobre la aterciopelada noche de mi espalda
se duerme el atardecer de un amanecer perdido.
He olvidado el gran cubo de basura
que, sobre el piano apolillado,
embellece la sala de los viejos mitos.
Los niños contemplan
los azules sonidos de las torres
y las faldas que bailan
sobre las tumbas de los faraones.
La eterna lengua del océano
acaricia los sexos de las playas,
mientras la vida y la muerte
se entretienen con su infinito juego.
Los cascabeles de tus ojos tristes
hacen latir las tejas de mi alma herida.
Yo espero, sin interés, el regreso a la nada
y tú sueñas con un proyecto de templos destruidos.