miércoles, 16 de agosto de 2017

Matrioshka.

MATRIOSHKA
(Muñeca rusa hueca que alberga en su interior otras más pequeñas)

Ayer, poco antes de amanecer, tuve un sueño. Soñé que me había hecho pequeño. Tan, tan pequeño que ahora la tierra se había convertido en un electrón, que giraba a una velocidad vertiginosa alrededor de su núcleo. Ustedes, los mares, los bosques y las ciudades también vivían conmigo sobre ese electrón. Nuestra vida duraba una fracción de segundo, lo que tarda el electrón en realizar setenta u ochenta vueltas al núcleo. Pero en ese tiempo, adaptado a nuestra vida, podíamos hacer lo mismo que aquí: nacer, crecer, reproducirnos, pensar e intentar encontrarle una explicación a ese mundo. Ese átomo estaba alojado en el interior de un pequeño grano de arena. Los físicos, los matemáticos y los astrónomos de ese electrón, que con sus telescopios habían podido llegar a ver los otros átomos y moléculas, hasta los límites del grano de arena, entendían que el grano de arena era todo el universo y especulaban, como aquí, con un big-bang, sin poder imaginar que ese universo solo era un grano de arena en el desierto de nuestra tierra.
También soñé, más tarde, que nuestra tierra, de ahora, era un átomo, que con su sol, las otras estrella y las galaxias visibles, formaban un grano de arena de grandes dimensiones, que vagaba por el desierto, empujado por el viento, de un planeta de proporciones descomunales, que tardaba en dar una vuelta, sobre su estrella, un tiempo casí infinito y donde vivían animales y plantas, como aquí, pero infinitamente mayores.
Y así seguí soñando, hacia arriba y hacia abajo, en un nuevo infinito de "matrioshka".

sábado, 12 de agosto de 2017

Primeras notas sobre Polonia.


 REFLEXIONES EN EL TREN DE BYDGOSZCZ A GDANSK
                           (La contradictoria Polonia)

Bydgoszcz o la "Pequeña Venecia", como la llaman los polacos, cuenta con un amplio entramado de ríos, canales, exclusas y puentes, rodeado de parques que, con la música del agua, invitan al paseo y la relajación. El poco turismo existente es, en su mayoría, polaco. Familias que disfrutan del buen tiempo y de las vacaciones de los niños, que juegan y se refrescan  en cualquier lugar donde encuentren agua (fuentes, ríos y canales). La guía dice que la ciudad está comunicada fluvialmente con Berlín, el Mar Báltico y el Mar Negro. Esos anchos caminos de agua eran las autopistas del pasado.
La religión y el alcoholismo -las dos balsas salvavidas de los Sapiens- están presente en el aire. Cuando visitamos las iglesias se siente el fervor de la gente. Nos llama la atención el gran número de niños. Los matrimonios jóvenes son, en su gran mayoría, familias numerosas (3, 4 o 5 hijos). En los barrios marginales de las ciudades se pueden ver la pobreza junto con el alcoholismo, en unos edificios casi en ruinas, que contrastoan con el centro y con los cuidados parques y jardines. A las gentes, que hablan siempre en voz baja, casi en secreto, parece que les resulta difícil sonreír. En una estación de tren, un señor cogió dos de nuestras tres maletas para ayudarnos a salvar una escalera. Cuando me despedí de él, mi sonrisa y mis palabras de agradecimiento se encontraron con un rostro serio, casi enfadado, que se alejaba. Una camarera de hotel rechazó orgullosa una propina que Leonor quiso darle en compensación por un favor. Las ciudades, a pesar de la pobreza, están relativamente limpias. Parecen serios y cumplidores de las normas de convivencia. Se siente uno muy seguro rodeado de estas gentes, especialmente en las zonas rurales.

miércoles, 9 de agosto de 2017

VIAJAR (Reflexiones desde Polonia)

Los grandes viajeros dicen que el peor enemigo de los viajes es el miedo, que inconscientemente lo ocultamos con disculpas como la falta de tiempo o de dinero. Durante los viajes descubrimos que el resto de los habitantes del planeta son iguales o mejores que nosotros, aunque nos empeñemos en decir lo contrario. No olvidemos que nuestros principios, nuestra cultura, nuestra forma de pensar y de vivir es una más y, con toda seguridad, no la mejor entre las infinitas existentes que desconocemos.
Hace más de treinta años que no voy a una agencia de viajes. Preparo, personalmente, mis viajes. Pero esta forma de viajar requiere algún esfuerzo. No queda más  remedio que remangarse la camisa, alejarse de la televisión basura que nos embrutece y ponerse a trabajar frente al ordenador.
Primero encontrar un país que despierte nuestro interés y a dónde podamos desplazarnos lo más directo y económico posible. Un buen sistema para inspirarnos es entrar en la web de Aena. En los aeropuertos Tenerife Sur, Tenerife Norte, Madrid, Barcelona... y explorar en los destinos de los vuelos de las compañías aéreas. Luego, una vez que hayamos encontrado el destino y el vuelo, informarnos sobre el país, los lugares de interés para visitar, la forma de desplazarnos dentro de él, diseñar un itinerario y, después, buscar los hoteles. Finalmente, y ya con todos la información en la mano, incluido los gastos, tomar una decisión. Si es favorable, adelante. En caso contrario no habremos perdido el tiempo. De esa manera he viajado muchas veces, cómodamente y sin moverme de casa. Realmenteo lo de remangarse es una expresión poco afortunada. El viaje comienza a disfrutarse con los sueños de la preparación.
Aunque cada uno tiene sus gustos, pienso que el mayor error del viajero es convertirse en turista. Integrarse en esos grupos compactos, sometidos a la disciplina de un guía y a un estrés casi permanente. Nuestro cerebro no es capaz de asimilar los datos que introducimos en grandes cantidades y atropelladamente.
La relajación y la tranquilidad debe ser una de las condiciones básicas del viajero. La ansiedad por querer verlo todo en un corto espacio de tiempo es su peor enemigo. Descansar bien para recuperarnos de los largos paseos. Visitar las mínimas atracciones turísticas imprescindibles. Entrar en museos solo en casos excepcionales, para estar como máximo una hora y para ver detalles concretos. Pero, sobre todo, pasear por calles, plazas, parques, junto al mar o los ríos. Sentarse a observar el paso de la gente o los juegos alegres de los niños y ¿por qué no? dejar volar la imaginación. Evitar los lugares llenos de turistas e intentar comunicarnos, en lo posible, con la gente del lugar. Todo eso contribuye a conocer el país y su gente.
Y ser, por encima de todo, humilde y no olvidarse jamás de la realidad: que todo es transitorio, que nada es importante y que pronto nuestro cerebro acabará como el disco duro de la contabilidad B del PP.

miércoles, 2 de agosto de 2017

La magia de las palabras



  "PEQUEÑO VALS VIENÉS"
(Federico García Lorca)


 En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte 
y un bosque de palomas disecadas. 
Hay un fragmento de la mañana 
en el museo de la escarcha. 
Hay un salón con mil ventanas. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals con la boca cerrada. 

Este vals, este vals, este vals, 
de sí, de muerte y de coñac 
que moja su cola en el mar. 

Te quiero, te quiero, te quiero, 
con la butaca y el libro muerto, 
por el melancólico pasillo, 
en el oscuro desván del lirio, 
en nuestra cama de la luna 
y en la danza que sueña la tortuga. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals de quebrada cintura. 

En Viena hay cuatro espejos 
donde juegan tu boca y los ecos. 
Hay una muerte para piano 
que pinta de azul a los muchachos. 
Hay mendigos por los tejados. 
Hay frescas guirnaldas de llanto. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals que se muere en mis brazos. 

Porque te quiero, te quiero, amor mío, 
en el desván donde juegan los niños, 
soñando viejas luces de Hungría 
por los rumores de la tarde tibia, 
viendo ovejas y lirios de nieve 
por el silencio oscuro de tu frente. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals del "Te quiero siempre". 

En Viena bailaré contigo 
con un disfraz que tenga 
cabeza de río. 
¡Mira qué orilla tengo de jacintos! 
Dejaré mi boca entre tus piernas, 
mi alma en fotografías y azucenas, 
y en las ondas oscuras de tu andar 
quiero, amor mío, amor mío, dejar, 
violín y sepulcro, las cintas del vals.