jueves, 28 de marzo de 2019

XXX Destellos de la infancia

San Sebastián de la Gomera

La alegría de la lluvia.
Los charcos.
El barranco.
La barranquera.
El mar, la playa y las olas.
Los saltos al vacío desde el muelle.
La caricia del océano.
Los charcos del bajío.
Los cabosos.
El soplo perpetuo del alisio.
El baile de las palmeras.
Las faldas de las niñas.
El viento, siempre el viento.
La plaza del quiosco.
Los laureles gigantes.
Los cuentos de miedo.
Las carreras y los juegos.
Las pelotas de trapo.
La calle del Medio.
El patio del telégrafo viejo con su trozo de cielo.
Los plátanos escachados con gofio.
Y siempre la sombra protectora del telegrafista y la maestra.
 

miércoles, 13 de marzo de 2019

El sanatorio (NO)

El Día,11 de marzo de 2019.


Esas viejas edificaciones del Parque Nacional del Teide, que ahora se van a demoler, fueron construidas a principios del siglo pasado con la intención de alojar a enfermos de tuberculosis de toda Europa, pero nunca fueron usadas como tal.
Las llaves de sus dependencias se custodiaban en la farmacia de los Realejos, que era de un miembro de nuestra familia. El sanatorio se convirtió así en una vivienda vacacional de los Espinosa.
Por los años 30, tío Luis, tío Agustín y otros familiares y amigos, aficionados a la caza, solían alojarse allí cuando pasaban varios días en Las Cañadas disfrutando de su afición.
Cuando yo tenía 17 o 18 años, por 1963, pasábamos las vacaciones de agosto en una casa antigua y grande, junto al mar, en Playa de San Juan. Un caserón propiedad de la familia de tía Juana, que el progreso ha hecho desaparecer. Allí, además de mis padres y mis dos hermanos, se alojaban tía Isabel, su marido, Eliseo Toste, la hija de ellos, Isabel, mis primos Ernesto y Lali y tía Juana.
En uno de esos veranos tío Eliseo, que también había sido cazador, me contó algo que la foto del periódico me ha hecho recordar.
El 18 de julio de 1936, cuando el general Franco se levantó en armas contra la República, tío Agustín era el director del Instituto de Segunda Enseñanza y el presidente del Ateneo de Santa Cruz de Tenerife. Vivía en el Hotel Aguere, de La Laguna, con su familia -nunca tuvo casa propia-. Lo primero que hizo fue esconder los ejemplares de Crimen que tenía, enviar a su familia a Las Palmas y, luego, protegerse en la casa familiar de Los Realejos. Se hizo con las llaves del sanatorio y le dijo a su cuñado, tío Eliseo, que lo acompañara a Las Cañadas. Allí pasó varios días, me contó tío Eliseo, escondido, asustado y atemorizado, presintiendo el calvario que le esperaba.

Mi primo, Luis Espinosa García, médico jubilado, que cumplió ya 88 años, ha hecho este emotivo comentario a mi "ocurrencia":
A finales de los años 30 y principio de los 40 del siglo pasado, mi padre, mi madre, mi hermana Lala y yo pasábamos todos los años un mes en "la casa del médico" -"La casa del médico", que fue demolida hace décadas, era la construcción mayor del sanatorio de Las Cañadas- Allí se juntaba la familia Espinosa, tío Juan, tío Antonio, tío Eliseo, tío Joaquín, mi abuelo José García Estrada y su segunda esposa, tía Mercedes y no sé cuantos más que nos visitaban e incluso dormían una o dos noches. Mi padre, que era farmacéutico, después del levantamiento militar fue encarcelado, depuesto de su cargo en sanidad y obligado a desterrarse fuera del Puerto de la Cruz. Pero yo, con ocho o nueve años fui feliz, muy feliz, sin conocer, hasta años después, lo que había ocurrido a mi alrededor.

domingo, 3 de marzo de 2019

Cumpleaños (NO)



MI MADRE (pocos años antes de morir):
Estaba sentada en su sillón de la cocina.
La luz le llegaba por la espalda.
Acerqué una silla y me senté junto a ella.
Tenía más de 90 años.
Le pregunté qué cómo estaba.
Me contestó, sin mirarme:
"¿Sabes una cosa, Tino?
Yo ya me estoy cansando de todo esto".

Nací el 3 de marzo de 1946, hace hoy 73 años, y empiezo a tener, como mi madre, esa sensación de hastío. Todo a mi alrededor empieza a aburrirme. Es como un libro que se ha leído ya un número infinito de veces. He perdido todo interés por todo aquello que a ustedes tanto les preocupa e interesa.
Pero, todavía, me quedan los bancos de las plazas y los paseos junto al mar.
Casi sin darme cuenta los años me han llevado al paraíso del convencimiento de la inutilidad de todo. Y, a pesar de la arrogancia y el estiramiento que veo a mi alrededor, la vejez me ha descubierto que es lo mismo haber pasado o no por la vida y es lo mismo estar aquí ahora escribiendo que haberme ido ya definitivamente.



















   

       El autor del Blog, con 12 años                                                                                                  ...y esta mañana, antes de amanecer                                                                                                   
                                                                                                                  
                    

viernes, 1 de marzo de 2019

La silla del guerrero (NO)

En la carretera de San Isidro. Breña Alta. Isla de La Palma.
(Muy cerca del contenedor, más próximo a la casa de Yurena, donde dejamos la basura)

Un viento huracanado del NW intentó derrotarlo. Lo inclinó hasta casi la horizontalidad y desenterró parcialmente sus raíces, pero, milagrosamente, consiguió sentarse sobre el viejo muro de piedra y detener su caída.
Luego, con los años, pudo esconder la desnudez de sus raíces, que le hacían sonrojar, y su tronco, otra vez, volvió a enderezarse, fuerte y majestuoso, buscando el cielo.
¡Dios mío! ¡Qué fuerza tiene la vida! ¡Tan fuerte como absurda!
¿Qué buscará, con tanta ansiedad, en las alturas?
¿Le parecerá, cómo a nosotros, corta su larga vida y soñará con paraísos que prolonguen hasta el infinito su existencia, y donde los vientos sean solo brisas perfumadas de primavera?
Nuestro muro de piedra son los menhires, las pirámides, las pagodas, las mezquitas, las catedrales, los templos y todo ese mundo fantástico sobrenatural en el que nos apoyamos, como el drago, para poder seguir el camino de la vida.