Anoche, en la 2, pusieron "Viaje al cuarto de una madre". Una película de Celia Rico. Llega hondo, muy hondo. Lo dice todo, sin hablar. Simple y sencilla. Como un haiku, se desliza muy despacio y en zapatillas. Tierna y emotiva, como un baño de mar. Lo grandioso habita solo en el interior de la silenciosa sencillez.
lunes, 30 de noviembre de 2020
jueves, 26 de noviembre de 2020
Black Friday (NO)
Ya es madrugada y me voy, sin prisas, alejando del baile y acercando a la puerta que me sacará definitivamente de la gran sala. Una sala en la que siempre me he encontrado extraño, como forastero.
Felizmente, he alcanzado la edad de las despedidas finales. Una edad en la que empiezan a sobrarme la mayor parte de las cosas que me rodean.
El mantenerme lejos de todas esas cosas inútiles es uno de los grandes placeres de los últimos años. La mayor parte de ellas tienen exclusivamente un fin social, solo sirven para que los demás vean que las poseemos.
Mañana es el Black Friday.
A medida que voy entrando en la vejez la gran sala de baile me recuerda, cada vez más, a un manicomio.
lunes, 16 de noviembre de 2020
El infinito en un junco, de Irene Vallejo (NO)
Además de descubrirnos el mundo de los libros desde sus comienzos más remotos y de conducirnos por la historia de las civilizaciones antiguas, nos enseña que el comportamiento de nuestros antepasados, desde hace más 2.500 años, es exactamente el mismo que nosotros seguimos ahora.
Igual que ahora, en la antigüedad, se desterraba y se perseguía a los escritores y a los pensadores que no seguían los principios del poder establecido. Se prohibían y se quemaban los libros. Se mataba por el poder y por las propiedades, sin comprender que el poder y las propiedades duran lo que la muerte tarda en arrebatárnoslo.
Tenían un elevado concepto de sí mismos y, como nosotros, se sentían superiores al resto de las otras culturas, de las otras razas y de las otras especies. Practicaban la esclavitud. Para espantar a la muerte soñaban, como nosotros, con la inmortalidad.
Nunca hemos sido capaces de vernos tal y como somos: un humilde ser vivo, un pobre animal, torpe, miope y miserable.
domingo, 15 de noviembre de 2020
XXX La gran aventura (infancia)
Construcciòn del puerto de San Sebastián de la Gomera (1950)
Cuando se estaba construyendo el puerto de San Sebastián de la Gomera era yo todavía un niño de pantalón corto. Siguiendo la línea del puerto y para señalizar la baja profundidad, por las piedras que las gabarras depositaban en la plataforma marina, se había colocado una boya. Era solo un viejo bidón unido al fondo, del cual salían, en la parte superior, tres hierros -delgados, redondos y llenos de óxido- que abrazaban un farol de petróleo. Todas las tardes un hombre -seguramente un pescador a quién le habían encargado ese trabajo- subía a un bote y remando llegaba hasta la boya para encenderla. Yo contemplé muchos veces la maniobra.
Un día que estaba sentado en la escalera del embarcadero, el pescador, después de subirse al bote, me dijo:
-¡Tinito! ¿Quiéres venir?
Fui con él hasta la boya. Amarró el bote a uno de los hierros, echó petróleo a la lámpara, la encendió con su viejo mechero de martillo y regresamos.
Un día que estaba sentado en la escalera del embarcadero, el pescador, después de subirse al bote, me dijo:
-¡Tinito! ¿Quiéres venir?
Fui con él hasta la boya. Amarró el bote a uno de los hierros, echó petróleo a la lámpara, la encendió con su viejo mechero de martillo y regresamos.
A pesar de haber transcurrido más de 65 años, ese viaje, hasta la boya, lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer. Recuerdo al pescador, delgado y seco, con las cicatrices del sol en el rostro; el sonido rítmico de los remos y el de la carena del bote separando el agua; el del petróleo cayendo de la botella a la lámpara, el golpe del mechero de martillo y las últimas luces de la tarde.
Esa noche sentí la emoción de las grandes aventuras.
jueves, 5 de noviembre de 2020
XXX Las sirenas (poesías)
En un velero, la jarcia fija la forman el conjunto de cables que sujetan el mástil y la jarcia de labor los cabos con los que se suben y orientan las velas. El Lancelot tiene siete cables en la jarcia fija y doce cabos en la de labor. La jarcia fija se ajusta mientras el barco está en reposo, en el puerto, y recuerda al afinado de un instrumento musical de cuerda. La de labor mientras navega, cuando las velas se encuentran con el viento. Entonces el marinero pone todo su atención en orientar las velas para que el viento transmita toda su energía a la embarcación.
En el silencio de la navegación a vela, la música del viento cuando tropieza con la jarcia y las velas, acompañado de la percusión producida por la parte sumergida del casco al deslizarse sobre el agua y al golpearse contra las olas, convierten al velero en un instrumento musical y la navegación a vela en un concierto.
Es, sobre todo, esa música seductora la que obliga al marinero, una y otra vez, a regresar al mar.
miércoles, 4 de noviembre de 2020
El maleficio de la mariposa (NO)
La Vanguardia, hoy, 4 de noviembre de 2020
En 1920, hace 100 años, cuando se estrenó "El maleficio de la mariposa", mi padre tenía 20 años y estaba en Madrid. Acababa de aprobar las oposiciones al cuerpo técnico de telégrafos y estaba esperando alcanzar la mayoría de edad -21 años- para poder tomar posesión como funcionario. Su hermano mayor, Agustín, estaba también en Madrid terminando sus estudios de literatura y tenía amistad con el grupo de la Institución Libre de Enseñanza. Unos días antes del estreno, tío Agustín, le dio una entrada. Le comentó que se habían vendido muy pocas y que Lorca le había pedido que las repartiera entre las amistades para completar el aforo del teatro.
Mi padre asistió al estreno, me contó. Nunca vio un espectáculo igual. La obra fue un fracaso estrepitoso. Las protestas y el pateo del público fue monumental. Fue interrumpida en tantas ocasiones que era imposible seguir el argumento. El espectáculo rayaba lo cruel.
Era la primera obra de teatro del autor, que era todavía un joven de unos 20 años. Su siguiente obra no llegaría hasta los 27 años, con "Mariana Pineda".
Debió haber sido muy valiente -me comentó mi padre- para atreverse a estrenar otra.
Mi padre asistió al estreno, me contó. Nunca vio un espectáculo igual. La obra fue un fracaso estrepitoso. Las protestas y el pateo del público fue monumental. Fue interrumpida en tantas ocasiones que era imposible seguir el argumento. El espectáculo rayaba lo cruel.
Era la primera obra de teatro del autor, que era todavía un joven de unos 20 años. Su siguiente obra no llegaría hasta los 27 años, con "Mariana Pineda".
Debió haber sido muy valiente -me comentó mi padre- para atreverse a estrenar otra.
lunes, 2 de noviembre de 2020
XXX El balón de fútbol (intimidades)
Hará unos 20 años. Regresaba de trabajar del norte de la Isla. Me había parado en la estación de servicio, que está cerca del campo de golf, a coger gasolina. Alguien me advirtió que una de las ruedas tenía falta de aire. Así que acerqué el coche hasta el dispensador de aire. Cuando estaba terminando de hinchar la rueda se acercaron dos niños. El más bajo llevaba un balón de fútbol desinflado en las manos. Por su aspecto parecía completamente nuevo, como si nunca hubiera recibido una patada. El niño me pidió que se lo inflara. Acerqué el dispositivo a la válvula del balón y apreté el gatillo. El balón comenzó a inflarse y luego, de pronto y sin previo aviso, explotó en mis manos. Lo recuerdo ahora como si todo hubiera ocurrido a cámara lenta. En mis manos quedaron los trozos de cuero destrozados en que se había convertido el balón. El niño retiró en silencio, de mis manos, los trozos de cuero. Los dos incrédulos se dieron la vuelta y se alejaron con el cadáver de su balón sin hacerme el más mínimo reproche. Yo me quedé como estaba, en cuclillas, inmóvil y con cara de idiota sorprendido.
Tardé varios días en recuperarme. Entiendo que esta historia puede producir en los lectores una sonrisa y, tal vez, alguna carcajada, pero yo aún lo recuerdo como una de las grandes tragedias de mi vida.
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